Cambiar las ventanas de una vivienda parece una resolución estética o térmica, pero raras veces se considera todo lo que hay detrás: de qué están hechas, cuánta energía consumen durante su fabricación, de qué manera se comportan durante décadas y qué pasa con ellas cuando se retiran. He instalado y revisado cientos y cientos de carpinterías en obra nueva y rehabilitación, desde áticos expuestos al salitre hasta caseríos de montaña. Cuando el cliente del servicio pregunta por el impacto ambiental, la charla se vuelve más interesante que un simple “¿PVC o aluminio?”. Vale la pena separar los mitos de la experiencia y bajar a datos específicos.
De qué hablamos cuando charlamos de impacto ambiental
El impacto de unas ventanas no se limita al material del marco. Se compone de la energía incorporada en su fabricación, el transporte, el rendimiento térmico a lo largo de su vida útil, el mantenimiento que demandan y su fin de vida, o sea, si se pueden reciclar o terminarán en vertedero. En términos energéticos, el mayor ahorro llega por el vidrio y la estanquidad del conjunto, mas el material del perfil inclina la balanza en emisiones y reciclabilidad.
La carpintería de aluminio y la carpintería de PVC dominan el mercado por una razón: combinan durabilidad, estanqueidad y coste razonable. Ambas pueden ofrecer ventanas de alto desempeño, si bien por caminos distintos. Entender esos caminos ayuda a tomar una resolución que encaje con el tiempo, el uso de la vivienda y los valores del dueño.
Aluminio: energía alta de partida, larga vida y reciclaje ejemplar
Al fabricar aluminio primario se consume mucha energía. La extracción de bauxita y su refinado hasta alúmina, seguido de la electrólisis, deja una huella esencial en carbono si la electricidad procede de comburentes fósiles. Ahora bien, la industria del aluminio lleva décadas cerrando el círculo: el material es interminablemente reciclable sin perder propiedades mecánicas, y el aluminio secundario requiere una fracción de la energía del primario.
En obra, me he encontrado con perfiles instalados en los años noventa que, salvo por una goma de estanqueidad embrutecida, prosiguen funcionando. La resistencia a los rayos UV, a la deformación por calor y a golpes es alta. El polvo y la lluvia ácida apenas dejan marcas si la lacado o anodizado se mantiene. En zonas costeras, los perfiles con tratamiento marino se comportan mucho mejor que el PVC frente al salitre y la radiación intensa.
La gran evolución del aluminio llegó con la ruptura de puente térmico. Sin ella, las ventanas de aluminio eran genuinos radiadores en invierno. Con poliamidas o resinas que apartan la cara exterior de la interior, más cámaras de aislamiento en el perfil, se consiguen valores de transmitancia del marco (Uf) competitivos. Un sistema actual de gama media con rotura seria se mueve, grosso modo, en Uf de 2 a tres W/m²K. Los de gama alta bajan a entornos de uno con dos a 1,8 W/m²K. En la práctica, con un buen triple vidrio y herrajes ajustados, es posible alcanzar Uw de uno con cero a uno con tres W/m²K en ventanas de tamaño estándar.
En mantenimiento, el aluminio pide poco: limpieza con agua saponácea y revisión periódica de juntas. La pintura termoendurecida (powder coating) resiste dos décadas largas sin decoloración apreciable si no hay abrasión constante. Si cualquier día se reforma, el circuito de reciclaje está muy establecido. He visto demoliciones donde los perfiles se apartaban en obra porque las chatarrerías los pagan bien. Ese incentivo económico facilita que el material vuelva al ciclo.
PVC: eficiencia térmica de serie y reciclaje en crecimiento
El PVC (policloruro de vinilo) nació con la eficacia térmica bajo el brazo. Es un plástico con baja conductividad, así que incluso perfiles simples consiguen Uf bajo 2 W/m²K. En perfiles de seis o siete cámaras, con refuerzos bien diseñados, se ven cifras por debajo de uno con cuatro W/m²K sin precisar romper puentes térmicos, porque el material ya aísla. Por eso las ventanas de PVC acostumbran a ofrecer muy buen Uw con un coste contenido. En rehabilitación de pisos urbanos con huecos modestos, esa relación costo-rendimiento convence a muchos dueños.
La carpintería de PVC asimismo ha progresado en reciclaje. Hace quince años, la mayor parte de restos iban a vertedero o se desmenuzaban para piezas de menor calidad. Hoy, muchas extrusoras integran PVC reciclado en el ánima del perfil y reservan PVC virgen para las capas externas coextruídas, que dan color, resistencia UV y acabado. Ese “sándwich” mejora el cómputo ambiental sin sacrificar durabilidad. Los esquemas de recogida han mejorado, aunque, a diferencia del aluminio, el valor por kilogramo es bajo, lo que reduce el incentivo económico para recobrar ventanas viejas si no hay logística organizada.
Donde el PVC se complica es en climas extremos. En interior peninsular con veranos duros, he visto deformaciones leves en hojas grandes de color obscuro si la exposición solar era total y los refuerzos metálicos internos eran deficientes. Nada aciago, pero lo bastante para rozar o perder ajuste. En fachadas orientadas al sur sin voladizos, es conveniente optar por perfiles de categoría superior, colores con láminas acrílicas que reflejen la radiación o, simplemente, reducir dimensiones de hoja y aumentar el número de hojas. En ambientes marinos, la resistencia es buena, mas el envejecimiento del acabado puede ser más visible que en aluminio lacado premium.
¿Qué pesa más en la balanza: fabricación o uso?
La pregunta se repite en reuniones de obra sostenible: si el aluminio consume más energía al generarse, ¿no es siempre y en todo momento peor? La contestación depende del uso previsto. En una residencia que va a durar décadas con calefacción y refrigeración activas, la energía que se ahorra por medio de la ventana es considerablemente mayor que la energía incorporada en el perfil. Lo vital es que el conjunto ventana, reparación de carpintería de aluminio es decir, marco, vidrio y colocación, tenga una transmitancia baja y cero infiltraciones.
En números redondos, reemplazar ventanas simples por ventanas con Uw 1,2 a uno con seis W/m²K puede recortar entre 15 y 30 por ciento las pérdidas por huecos, conforme la proporción de fachada acristalada y el clima. En un piso medio con doce a 20 m² de ventana, el ahorro anual en calefacción puede estar entre 80 y doscientos cincuenta euros, a costos de energía de los últimos tiempos. Visto en 20 años, el efecto amontonado eclipsa la diferencia de energía incorporada entre un perfil de aluminio y uno de PVC. Si el aluminio es reciclado en alto porcentaje, su huella de arranque se reduce aún más, y si el PVC incorpora material reciclado en núcleo, asimismo mejora su cómputo.
La segunda pieza del puzle es la instalación. He visto ventanas geniales rendir como mediocres por una mala unión entre marco y obra. Un cordón de espuma mal protegido, un premarco deformado o un vierteaguas mal resuelto pueden echar por tierra puntos de Uw. Desde el punto de vista ambiental, gastar un tanto más en una instalación cautelosa, con cintas expansivas, membranas y un sellado adecuado, tiene mayor retorno que debatir media décima en Uf del marco.
Sellos, normativa y el estruendo de las etiquetas
La charla ambiental está repleta de logotipos. Para materiales, certificaciones de cadena de custodia y de contenido reciclado ayudan, pero hay que interpretarlas. En aluminio, consultar por el porcentaje de aluminio secundario y por la fuente de energía de la planta de extrusión no es desatinado. En PVC, resulta conveniente saber si emplean estabilizantes sin plomo, qué porcentaje de reciclado incorporan y la garantía de resistencia UV del foliado o la coextrusión.
Las normas de transmitancia (Uw) son comparables entre fabricantes, y son la guía principal en eficacia térmica. También importa la permeabilidad al aire, la estanquidad al agua y la resistencia al viento, que garantizan que ese valor teorético se mantenga en climas reales. En acústica, la diferencia la marca el vidrio y los intercalarios, si bien el material del marco puede influir en vibraciones en hojas grandes. Para residencias junto a avenidas o aeropuertos, la conversación se mueve hacia dobles vidrios asimétricos y juntas dobles o triples, tanto en ventanas de aluminio como en ventanas de PVC.
Durabilidad, reparaciones y el paso del tiempo
Una ventana “verde” que no soporta veinte años deja de serlo. El aluminio, bien lacado, acostumbra a superar ese horizonte sin apenas señales de fatiga. Las bisagras y herrajes son el eslabón enclenque, pero eso es común a ambos materiales. El PVC, si es de buena receta, con estabilizantes de calidad y refuerzos adecuados, también llega. Donde he debido volver antes de tiempo ha sido por malos acabados o por hojas sobredimensionadas que desajustan en verano. En los dos casos, un mantenimiento ligero extiende su vida: engrase anual de herrajes, sustitución de burletes cada diez a 15 años, ajuste de cierres ya antes del invierno.
En limpieza, el aluminio disculpa más abusos. He visto vecinos frotar con estropajo una carpintería de aluminio sin dejar marcas visibles. En PVC hay que eludir disolventes agresivos y abrasivos. En colores oscuros, el PVC puede perder algo de brillo en zonas muy expuestas si no se escoge un acabado de alta resistencia. En cambio, los golpes secos marcan más el aluminio, aunque sin afectar al funcionamiento, mientras que el PVC absorbe mejor pequeñas abolladuras mas puede rajar si el impacto es concentrado y fuerte.
Fin de vida y economía circular
El fin de vida marca una diferencia cultural. El aluminio es un valor de chatarra. Un industrial lo separa, lo lleva a una planta y recupera dinero. Eso crea un ecosistema sólido de reciclaje. Además, el material reciclado mantiene su calidad, lo que facilita utilizarlo en perfiles nuevos sin comprometer resistencia.
El PVC ha avanzado. Ya no se demoniza como anteriormente, mas su reciclaje demanda más logística y clasificación. Muchos talleres recogen recortes y retales, que se reintroducen como núcleo de perfiles. Las ventanas retiradas de obra son más difíciles por la mezcla de materiales: vidrio, herrajes, juntas, sellantes. Desmontar y separar lleva tiempo. Hay plantas que ya lo hacen, pero la red no es tan extensa como la del aluminio. Donde hay programas de “take-back” del fabricante, el círculo se cierra mejor.
Si te preocupa la trazabilidad, pide por escrito el contenido reciclado, tanto en aluminio como en PVC. He visto presupuestos que prometían “hasta 75 por ciento reciclado”, y la realidad era “entre 30 y cincuenta por cien conforme serie”. No es mala cifra, mas conviene tenerla clara para cotejar manzanas con manzanas.
Rendimiento térmico real, no solo catálogo
Sobre el papel todo es estupendo. En la obra, una ventana que sella bien y que evita condensaciones marca la diferencia. En climas fríos y húmedos, la temperatura superficial del marco importa. El PVC, al ser más cálido al tacto, padece menos condensaciones en el perfil, lo que ayuda en dormitorios y baños. En aluminio con buena ruptura, el problema se minimiza, pero en esquinas frías o con ventilación deficiente pueden aparecer aureolas. Un truco viejo: vigilar la colocación de los puntos de apoyo del vidrio, emplear intercalarios warm edge y eludir puentes fríos en el vierteaguas.
En tiempos cálidos, el aluminio con masas térmicas mayores y acabados reflectantes puede gestionar mejor la radiación intensa, siempre que la serie sea de gama conveniente. En PVC oscuro, limitar dimensiones de hoja y elegir herraje reforzado reduce las dilataciones. El vidrio de control solar hace milagros en ambos casos y tiene más impacto en confort estival que la elección de marco.
Costes, tiempos y disponibilidad
El precio final no solo depende del material. En carpintería de aluminio, las series con ruptura de puente térmico y herrajes de alto cierre tienen mayor costo y requieren talleres bien pertrechados. El plazo de entrega puede ser algo más largo, sobre todo en colores singulares. En carpintería de PVC, la industrialización es alta y los plazos tienden a ser más estables. La diferencia de coste en una vivienda media puede moverse en rangos del 5 al veinte por ciento a favor del PVC cuando equiparamos prestaciones similares, aunque en series premium esa brecha se estrecha.
Una puntada importante: si la construcción tiene lineal estético, barandillas y mallorquinas de aluminio, en muchas ocasiones merece la pena aunar para que el mantenimiento y el color sean idénticos. En cambio, en un piso donde prime el desempeño térmico y el presupuesto, las ventanas de PVC ofrecen un equilibrio potente.
El papel de la estética y la integración en fachada
El ojo también cuenta. El aluminio deja secciones más finas sin perder rigidez, lo que gana luz y una estética moderna. En reformas donde buscamos maximizar superficie acristalada y marcos esbeltos, acostumbra a imponerse. En PVC, los perfiles han adelgazado con los años, mas siguen siendo algo más anchos si se espera un nivel alto de inercia y estanqueidad. Los colores han mejorado mucho, con láminas que imitan madera o acabados mate muy dignos. Sin embargo, si deseas una paleta compleja con anodizados singulares o bicolores, el aluminio ofrece más libertad.
En patrimonio y cascos históricos, he resuelto en muchas ocasiones con aluminio con acabados que imitan forja o madera por durabilidad, y en otros casos, con PVC foliado donde el presupuesto apretaba y la estética de madera era requisito municipal. Ambos pasan el filtro si la ejecución es limpia.
Comparativa rápida para resoluciones informadas
- Aluminio: energía de fabricación alta si es primario, pero reciclaje genial y durabilidad sobresaliente; exige rotura de puente térmico para buen aislamiento; secciones finas, gran estabilidad dimensional, ideal en hojas grandes y tiempos duros; muy buena resistencia UV y al salitre; alto valor de restauración al final de vida. PVC: energía de fabricación menor y muy buen aislamiento de partida; reciclaje en desarrollo con integración de material recuperado en el núcleo; sensible a dilataciones en colores oscuros y hojas grandes si no se refuerza; genial relación coste-rendimiento; tacto más cálido y menor peligro de condensaciones en el perfil.
Lo que suelo aconsejar según el caso
En una vivienda unifamiliar en costa, con ventanales de 3 metros y exposición al viento, priorizo ventanas de aluminio con rotura de puente térmico, herraje robusto y acabados marinos. No compensa arriesgar con dilataciones en hojas grandes y mantenimiento incesante de acabados. Si el cliente del servicio desea un interior más caluroso, se puede usar bicolor: exterior aluminio obscuro, interior aluminio claro o textura suave. El coste es mayor, mas la paz mental en temporales lo agradece.
En un piso urbano de los años 80, con huecos de uno con veinte por uno con veinte y presupuesto medio, las ventanas de PVC con seis cámaras, doble junta y un vidrio con baja emisividad aportan ahorro inmediato y confort. En testeras soleadas, añado vidrio de control solar ligero y colores claros para reducir dilataciones. Si la comunidad demanda un color concreto, busco un foliado certificado con garantía UV.
Para climas friísimos, cualquiera de las dos con triple vidrio, intercalario warm edge y una instalación cuidada. En dormitorios, el PVC tiene ventaja en evitar condensaciones en el marco. En salones con grandes luces, el aluminio reforzado sostiene geometrías y permite más vidrio.

En rehabilitaciones con sello ambiental, pregunto a distribuidores por contenido reciclado real y energía de planta. He trabajado con extrusores de aluminio que usan electricidad renovable y alcanzan porcentajes altos de material secundario. En PVC, elijo series con núcleo reciclado y capas externas vírgenes, sin plomo, con ficha técnica clara de estabilizantes.
La instalación como punto crítico y de manera frecuente olvidado
Un caso real: edificio de 8 plantas, orientación oeste, Madrid. Dos pisos con la misma ventana de catálogo, uno quejándose de estruendo y corrientes, el otro encantado. La diferencia estaba en 15 milímetros de holgura mal resuelta. En el primero, el instalador rellenó con espuma y selló solo por fuera. En el segundo, se usó cinta expansiva, membrana interior para hermeticidad y vierteaguas con rotura. Mismo producto, resultados opuestos.
La moraleja: al solicitar presupuesto, demanda memoria de instalación. Pregunta por el premarco, por los puntos de anclaje, por el tratamiento del encuentro con persiana si la hay. Una ventana bien puesta reduce infiltraciones, evita condensaciones en jambas y mejora el balance energético real sobre cualquier diferencia menor entre carpintería de aluminio y carpintería de PVC.
Mirada a veinte años: coste total y huella
Si ponemos números a veinte años, el costo total incluye compra, mantenimiento y energía. Un conjunto de ventanas de aluminio de gama alta va a costar más al comienzo, mas va a tener un mantenimiento mínimo y un valor de recuperación. En PVC, el costo inicial acostumbra a ser menor, el mantenimiento asimismo bajo, y el ahorro energético comparable si la especificación térmica es equivalente. En concepto de huella, ambos pueden jugar en primera división si cumplen 3 condiciones: alto desempeño térmico, instalación estanca y un fin de vida con reciclaje efectivo.
Cuando un usuario me pide la opción más sostenible, contesto con tres preguntas: tiempo y orientación, tamaño de hojas y expectativas estéticas, y compromiso del proveedor con reciclaje y trazabilidad. Con esas respuestas, acostumbra a emerger la elección adecuada sin precisar dogmas.
Consejos prácticos para acertar
- Pide Uw del conjunto con el vidrio exacto que montarás, no solo Uf del marco, y demanda permeabilidad al aire Clase 4. Verifica por escrito el porcentaje de material reciclado y la garantía de color y resistencia UV, sobre todo en tonos oscuros. Ajusta el diseño a la física: hojas más pequeñas en PVC obscuro, refuerzos suficientes, y en aluminio, rotura de puente térmico seria y separadores warm edge. Invierte en instalación: cintas, membranas y encuentro con obra bien resuelto tienen más impacto que una diferencia mínima en catálogo. Planifica el fin de vida: acuerda con el instalador la retirada separada para reciclar perfiles y vidrio.
Elegir entre ventanas de aluminio y ventanas de PVC no es una batalla de buenos contra malos. Son herramientas distintas para objetivos similares. Si la prioridad es la esbeltez, la robustez en grandes dimensiones y un reciclaje muy asentado, el aluminio con rotura de puente térmico es un valor seguro. Si buscas máxima eficacia térmica por euro invertido, tacto caluroso y un buen desempeño acústico en tamaños medianos, el PVC reluce. En los dos casos, la sostenibilidad real se edifica en la ficha técnica, en el taller y, sobre todo, en la obra, tornillo a tornillo.
Ventalun - Carpintería de Aluminio, PVC y Cristal
Avenida Acea da Ma, 33, 15670 Culleredo, A Coruña
Teléfono: 626 63 11 62
https://ventaluncarpinteria.com
La carpintería Ventalun es una empresa especializada en carpintería de aluminio, PVC y cristal ubicada en Culleredo. Ofrecemos soluciones a medida en ventanas, puertas, mamparas y tendales, así como un servicio completo de reparación y mantenimiento. Confía en nuestra experiencia para transformar tu hogar con acabados de calidad adaptados a tus necesidades.